Hace exactamente un año, me mudé desde Boston a Madrid, mi primera experiencia viviendo fuera de los Estados Unidos. Mi primer día en Madrid, mi familia anfitriona me llevó en el metro por primera vez para mostrarme cómo llegar a mi escuela. Después de diez paradas en la línea 4, llegue a la Avenida de América y al edificio de Hamilton en Madrid. Mientras volvíamos a casa, me dijeron que hay muchas maneras de llegar a Hamilton en el metro, pero que la línea 4 era la mejor. Por 5 meses tomé la línea 4 a la Avenida de América para ir a clase, y extraño esa línea cada día que estoy en los Estados Unidos.

 La línea 4 es color marrón, como la línea 3 es color amarillo y la línea 6 (el circular) es gris. ¿Cómo me acuerdo todo esto después de un año? Primero, estas 3 líneas estaban literalmente en frente del piso donde vivía en Madrid, así que podía ir a cualquier lado y llegar a mi casa 30 segundos después de que salía de la parada del tren. Segundo, siempre he tenido un buen sentido de dirección, y de saber dónde estoy en el mundo; poder ir a cualquier lado sin confundirme es muy importante para mí. Quizás alguien que tiene un auto en Madrid no piensa mucho en los colores del metro, y quizás alguien a quien no le gusta la ciudad cree que yo soy loca por recordar todo esto, pero para mí, el metro de Madrid fue una de las cosas más importantes en esa ciudad, porque me dio la oportunidad de explorar todo lo que la ciudad tenía para descubrir.

En la línea 4 yo fui a la escuela, pero también a las paradas Serrano y Velázquez. En estas paradas, salía del metro para encontrar un área con tiendas lindísimas y restaurantes deliciosos. Y a tres cuadras de las estaciones, yo encontré el parque Retiro, donde pude encontrarme con amigos para pasar la tarde charlando bajo el sol. En esa área, yo me compré una pulsera que ahora representa toda mi experiencia en Madrid, una pulsera que es la cosa más linda que tengo, y sin la línea 4, yo nunca la hubiera encontrado. Aunque la línea 4 es mi favorita, no puedes ir a cualquier lugar sólo en una línea. La línea 3, que también la podía tomar a dos pasos de mi casa, me llevó al centro de la ciudad, a la Puerta del Sol. Después de sólo tres paradas en esa línea, yo podía llegar al centro de la ciudad, con tiendas, restaurantes, calles como La Gran Vía, y plazas con un millón de bares. La plaza Santa Ana, mi plaza favorita, tiene (en mi opinión) la comida informal más rica de todo Madrid (¡y Hemingway estaba de acuerdo!). El área del sol tiene tanto para hacer, como para beber, incluso cócteles de dragones que liberan vapor. A cualquier lugar que quieras ir en la ciudad, el metro te puede llevar, y siempre hay una estación cerca.

Y, si no es suficiente ir donde quieras dentro de la ciudad, el metro ayuda a que te vayas al lugar que quieras. Yo, por ejemplo, tomé una clase en la Universidad Autónoma de Madrid, una universidad a 45 minutos de la ciudad. Para llegar allí, tomaba la línea 6 a la estación Nuevos Ministerios, y me subía en el Cercanías, el ‘commuter rail’ de Madrid. Con este tren, el C-4 a Cantoblanco, pude ir a una casa de estudios local, conocer estudiantes y profesores españoles, y tomar una clase completamente nueva. La UAM es lindísima, gigante, y fue una experiencia totalmente única (y no me molestó tanto tomar el tren casi una hora dos veces a la semana). El Cercanías, cuando no iba a la escuela, también me llevó a El Escorial, un pueblo fuera de Madrid con el paisaje y edificio más divino que he visto en mi vida.

Con una tarifa de 20 euros por mes, te puedes ir al lugar que quieras dentro, o fuera de Madrid. Tener estas oportunidades de salir y explorar lugares nuevos es lo que cambió totalmente mi experiencia con HCAYS. No hace falta decir que la gente en el centro son las mejores personas de este mundo, o que los viajes por avión fueron maravillosos; solo que el metro de Madrid me hizo sentir que yo era parte de la ciudad, que yo encajaba allí igual que la otra gente en ese tren.