En un barrio, uno que es similar al tuyo, vive un caracol normal.  Tiene una vida normal.  Todos los días el caracol se levanta a una hora normal, va a un trabajo normal y vuelve a su casa donde come una comida normal.  La rutina es normal hasta el último detalle.  Sus vecinos tienen vidas muy similares.  Como en la vida de cualquiera, el caracol hace lo necesario.  El Sr. Caracol no tiene una concha especial.  No tiene un diseño extravagante y no es especialmente grande, pero tampoco es feo.  Don Caracol tiene una casa linda con unos vecinos suficientemente simpáticos y a veces los saluda, pero la relación no es más profunda que eso.

Es fácil creer que la vida de Don Caracol es aburrida, pero él tiene su arte.  Don Caracol tiene una pasión por el arte.  El arte lleva tiempo y es un proceso largo; por lo tanto, es perfecto para Don Caracol.  Nunca fue el más rápido, pero con el arte, no necesita ser así.  Le encanta deslizar su pie por el lienzo grueso.  Le encanta sentir la frialdad de la pintura y la manera en que su movimiento cambia las formas de la pintura.  Don Caracol regresa a pintar después de un día largo para la tranquilidad y la paz que le trae el arte.

Llueve una noche y Don Caracol oye un sonido afuera.  Entonces, todavía en su pijama decorada con pequeñas estrellas doradas, corre, aunque lentamente, a la ventana para ver quién está afuera.  Ve la sombra de una culebra con su cuerpo de serpiente temblando en la lluvia fría y escondiendo su cara.  Rápidamente, por lo menos para un caracol, él abre la puerta e invita a la serpiente a entrar.  El cuerpo de la culebra se desliza lentamente y chupa todo el calor que su cuerpo friolento puede recuperar. Don Caracol sale de la sala donde la serpiente se estaba calentando, después vuelve con una taza de loza fina con chocolate caliente y barquillos de vainilla para ayudar a la serpiente. Entre sus lamentos, Don Caracol oía el estómago hambriento de la culebra.  Don Caracol le ofrece su humilde baño y su sofá para esa noche. Sin otra alternativa, la culebra acepta la ofrenda con mucho agradecimiento. Don Caracol le dice a la serpiente que tome cualquier otro alimento o bebida que necesite y se despide con un “hasta mañana” sonámbulo. Por la mañana, Don Caracol se despierta y la serpiente ya se había ido. 

Unas semanas más tarde, a Don Caracol le dio por empezar a pintar algo nuevo y se fue a conseguir su pincel favorito que hizo él mismo con una rama de guayaba desgastada, unos pelos que coleccionó de los que solían pegarse a su pata por las calles y unidos por un hilo dental verde que olía a hierba buena. Cuando abrió su gabinete, que era una lata de té inglés, se dio cuenta de que faltaba el pincel y pensó que tenía que haberlo colocado mal. Como él no tenía pincel, Don Caracol fue a la tienda de pintura a comprar uno. No tenía de otra. No tenía los materiales y quiso empezar antes de que se le fuera la inspiración.  En su camino a la tienda, Don Caracol vio un coche roto y se paró para ver lo que estaba pasando. Salió del coche y se dio cuenta de que era la serpiente la que estaba en el asiento del conductor. Don Caracol la saludó y ella le dijo que la batería de su coche estaba muerta. Don Caracol se ofrece a arrancar el coche de la serpiente y va a buscar los cables de su coche. Después de arrancar el auto, Don Caracol le pide a la serpiente su número de teléfono para que puedan seguir en contacto. La serpiente le dice que sí y si Don Caracol alguna vez necesitara un favor, podría llamarla. Don Caracol le agradece a la serpiente y continúa su camino hacia la tienda de arte para conseguir el nuevo pincel. 

Después de comprar su nuevo pincel, Don Caracol comienza a pensar en la serpiente y en cómo debe tratar de hacerse amigo de ella. Es una serpiente decente y noble, ¿por qué no? Piensa invitarla a cenar o pedirle que vaya a un restaurante, pero decide que va a hacer algo realmente bueno para ella porque eso parece hacer siempre feliz a la serpiente. Una vez que el caracol llega a su casa, llama a la serpiente y le pregunta si puede ir a su casa y la serpiente le dice que sí pero que  necesita un favor de Don Caracol. “¿Qué necesitas?”, dice él, y la serpiente le pregunta si sabe algo de fontanería porque no puede encontrar un fontanero para hacerlo y se imaginó que le preguntaría a su mejor amigo que también es muy leal. 

Don Caracol, que es un caracol de valores, le dice a la serpiente que estará en su casa pronto para ayudarla. Pero antes de salir, Don Caracol piensa por un momento sobre el apoyo que le está dando a la serpiente. No piensa en nada malo como que la serpiente está aprovechándose de él, solo es un reconocimiento de lo que está haciendo. Cuando llega a la casa de la serpiente con todas sus herramientas, la serpiente lo saluda desde distancia. Es un saludo cordial pero no cariñoso o nada de ese estilo. Don Caracol toma su tiempo arreglando la tubería. También es un arte en su mente. Cuando termina, la serpiente le da las gracias pero de tal forma que implica que es tiempo de irse de su casa. Don Caracol se da cuenta de esa insinuación y con tacto se despide. 

Al llegar a su casa, Don Caracol se sienta en su terraza pensando sobre su relación con la serpiente. Siempre ha sido una relación de necesidad y aunque siempre estaba feliz de darle apoyo, sintió que estaba enojado con la serpiente. Ahora sí pensó en la manera con que la serpiente lo estaba tratando y pensó que era un abuso. Después de un rato, llegó su vecino, otro caracol. “Hola Don Caracol” le dijo. “Hola Sr. Babosa” respondió Don Caracol y siguió “perdón, pero no puedo hablar; estoy bastante enojado.” 

“Pero ¿por qué estás tan molesto, Don?” dijo el Sr. Babosa. Era un vecino que no entendía las normas sociales y siguió hablando. Él preguntó sobre cuándo, dónde y cómo ocurrió el evento que tiene a Don Caracol tan agriado.

“Ya basta, no te quiero decir nada de esa serpiente”.

“Ay, pero es que no lo entiendo Don, esa serpiente siempre nos pide y nos pide. No me tienes que decir nada, conozco a esa serpiente muy bien” respondió el vecino. 

Le dice a Don Caracol “Creo que es hora que nosotros volvamos a tomar lo que nos merecemos”. Lo pensó bien, es verdad que era una idea sabrosa. Lo pensó y lo pensó y finalmente decidió que no estaba de acuerdo con el vecino, pero si quería hablar con la serpiente. 

Don Caracol le dice al vecino “Yo puedo ir contigo, pero solo quiero hablar con la serpiente”. El vecino le tiró una mirada extraña pero solo dijo “Está bien Don. Vámonos.” El Sr. Babosa tenía un historial largo y complejo con la serpiente. Su dolor era bastante más grande que el de Don Caracol. Cuando llegaron a su casa, la serpiente estaba parada en la puerta. Ella vio los sentimientos de los dos en sus ojos. Los invitó a entrar a su casa para hablar de los problemas pero solo si entraban uno por uno. El vecino quiso ir primero. Don Caracol no oyó nada pero al final la serpiente abrió la puerta. El entró y se sorprendió al no ver al Sr. Babosa. El aire se sentía salado e incómodo.

“¿Dónde está el Sr. Babosa?” preguntó Don Caracol.

“Después de nuestra conversación, él salió por la puerta que está atrás. Espero que no estés aquí para preguntarme algo sobre el otro señor”. 

“No estoy aquí para nada menos que para hablar de tus acciones.” 

“¿Estás bien, Don Caracol? Puedes hablar y yo te voy a escuchar, pero espero que no tengas expectativas de que yo pueda arreglar tus agravios.” 

Don Caracol explicó sus agravios y explicó que no era que quería recompensa, solo que quería una relación recíproca. La serpiente lo escuchó y le dijo que entendía su molestia pero no hizo promesa de ningún tipo. Cuando terminó de hablar con Don Caracol, la serpiente lo echó de la casa. Era una relación cordial pensó Don Caracol. Él regresó a su casa normal y su vida normal y sus pinturas, que ahora entendió que eran normales, y se contentó con una vida normal y aburrida como la de siempre. Jamás volvió a ver al Sr. Babosa. Cuando la serpiente lo llamaba, siempre contestaba y siguió ayudándola. Era por una simple razón: cuando se cansaba de la serpiente, siempre regresaba ese aire extraño. Nunca se dio cuenta del parásito que era esa serpiente, pero tampoco llegó a planteárselo. Había algo en el aire, algo frío, algo salado. “Mejor no saber”, pensó Don Caracol.