Se acerca la primavera y todos los chicos de la escuela primaria estaban escogiendo las actividades extraescolares. A la chica, el béisbol le interesa mucho. Ella estaba muy emocionada por unirse al equipo de béisbol de su barrio. Todos los días, ella practicaba su swing, capturas y lanzamientos con sus padres y hermano mayor que ya estaba en el equipo.

Los días antes de las pruebas, ella practicó por dos horas todos los días después de la escuela. Finalmente, llegó el día de las pruebas. Su mamá la llevó a la cancha de béisbol y ella estaba preparada para hacer lo mejor.

Ella se pone su casco de bateo y camina hacia la línea de jugadores. Uno por uno, los chicos muestran sus habilidades. El corazón de la chica late rápido en su pecho. Está un poco nerviosa. La mayoría de los chicos son muy talentosos.

–¡Siguiente! Dice el entrenador. De repente, es su turno. Ella camina hacia la base del bateador. Cuadra sus pies, posiciona su bate, lista para batear. Ella mira fijamente al entrenador. Él lanza la pelota y la chica batea, regando la pelota en el momento perfecto. La bola voló por el aire, viajando más lejos de todos los otros.

–¡Impresionante! Dice el entrenador. La chica se quita su casco de bateo y dice:

–¡Muchas gracias! Yo practiqué mucho. Pero cuando la chica se quita su casco, la expresión del entrenador cambia.

–¿Eres una chica? Lo siento, pero este equipo es solo para los chicos. El béisbol es para los chicos. El softbol es para las chicas. Dice el entrenador. Las lágrimas brotaban en sus ojos. Todo parecía injusto.

– Pero no hay un equipo de softbol en este barrio. No es justo. ¡Quiero jugar al béisbol, es mi deporte favorito!

– Lo siento, pero no es posible, le dice el hombre. En la furia, la chica camina rápido fuera de la cancha. Todo es injusto, pensó la chica. Solo porque soy una chica no significa que no pueda jugar béisbol. Y soy tan talentosa como cualquier chico, quizás la mejor de todos. No es justo.

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A la estudiante no le gusta la clase de anatomía. Ella la necesita si quiere ser doctora, pero ella la odia. La clase es a las 9:00 de la mañana, así que todos los días se levanta temprano y camina por el campus con el viento frío. El profesor es un anciano, alto y jovial cuando hace broma en la clase.

–– Cúbrete los oídos, señorita, lo dice cuando hace bromas sucias. Ella es la única mujer en esta clase. Sus compañeros se ríen y su sonrisa es tan quebradiza como los huesos de su abuela. Sus compañeros se ríen cuando obtienen malas notas, se ríen cuando la conferenciante lleva una falda, se ríen al mirar la anatomía femenina. La estudiante es una isla, sus notas limpias y claras, su cara pedregosa. Su boca está pegada y su mano siempre está pegada a su costado.

Las manos de sus compañeros parecen como observadores que saludan en un desfile. Ella piensa en la pila de papeles de su escritorio, “transferencia del curso” en letras grandes en la primera página, pero ella aleja el pensamiento de su mente. Ella solo necesita aprobar esta clase, entonces todo se pondrá mejor, todo cambiará.

La universidad es grande, y a menudo su anonimato se siente como un abrigo cálido. Cuando ella camina por el campus, puede ponerse los auriculares y fruncir el ceño, y ella es inaccesible, poco interesante e indeseable. Nadie le sonríe, y nadie le ríe. Ella disfruta ser desconocida, una mujer entre otras, y sueña con un día en que en lugar de ser “la chica” de la clase, será doctora, alguien importante, con una voz y manos levantadas. Ahora, ella no es anónima. La estudiante se quita el abrigo y se sienta en el despacho de su profesor. Ella pone su mano en su regazo, con la piel en carne viva por la noche anterior cuando le dio un puñetazo a un chico en una fiesta cuando él la tocó sin permiso. El chico tenía pelo castaño suelto como el chico que se sienta dos filas delante de ella en la clase. La oficina está fría, como todas las oficinas del instituto. El profesor anciano le sonríe, su piel translúcida como un papel, delgada y frágil. Sus manos tiemblan cuando él le entrega su examen.

–– Mira, dice él. No eres estúpida, pero no sé si la medicina es la ocupación correcta para ti. No tienes actitud necesaria. Tu temperamento es malo. Eres muy bonita. ¡Hay otras opciones! El pegamento en su boca ahoga sus palabras. Ella sonríe la misma sonrisa quebradiza. Sus manos tiemblan y muerde sus labios. Pero adentro, ella se enfurece. Ella sale de   la oficina, con el examen en sus manos escamosas. Ella no llora.

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Es viernes. La mujer estira sus piernas debajo de su escritorio. Cuando era más joven, tenía sueños de ser doctora. Ahora, no tiene sueños. Solamente se sienta detrás de su escritorio

sencillo todos los días. Ella suspira con mucha exasperación. Esto no es una vida,  piensa ella. Recoge algunos de los documentos de su escritorio y se levanta. Solamente necesita hacer un poco de copias antes de escapar por el fin de semana.

Camina en el pasillo con zancadas fuertes y poderosas. Sus tacones de aguja hacen un clic, clic, clic. Nadie en la oficina molesta a esta mujer. Nadie tiene valor para ello. Sus colegas siempre  decían que ella era escalofriante y fría. Pero a la mujer no le importa. Disfruta de su propia compañía. No tiene energía, especialmente después de decir adiós a su sueño, de preocuparse de las opiniones triviales de los otros hombres de su oficina. Camina en el pasillo con resolución.

Pero repentinamente, la mujer oye un ruido pequeño en el cuarto de la fotocopiadora y para abruptamente. Hace una pausa, para confirmar si fue su imaginación, y escucha el ruido otra vez. Con un poco de esfuerzo, abre la puerta y ve una escena horrible y repugnante. Esta mujer no es ingenua. Es muy familiar, los horrores de ser una mujer. Pero eso, en las manos de su jefe, en su mundo de trabajo, es inimaginable. Sin embargo, es real.

El jefe, avergonzado, huye del cuarto. La mujer corre a ayudar a su colega. Pero debajo de su cara empática y reconfortante, el hielo permanece. Ella ya estaba planeando, en su mente, su acto de venganza final.

La mañana siguiente, la mujer llega a su oficina con su bate de béisbol y un par de guantes quirúrgicos.