Pongo la palabra en la rabia

y la letra en la palabra 

que dice te odio y me abandonaste.

Pasa el tiempo,

me siento mejor,

pero la letra ha quedado en la palabra 

Y la palabra en el pensamiento.

Pongo la palabra en la lengua

y la pruebo un poco,

ácido

ácido de perro.

Me digo “te amo”

y “me abandonaste.”

Pongo las letras en las palabras

y las palabras en la boca,

y las digo bien fuerte

a una almohada que no aguanta más pensamientos.

Pongo la palabra en la boca

y la lengua las escupe,

como escupen mis ojos lágrimas

y mis mejillas dolor.

Mi almohada pesa tres toneladas de lágrimas, palabras y letras gritadas.

Se desborda el ánimo

y el amor cae en el suelo,

y en el suelo caen letras

y las letras tienen tu nombre

tu nombre, las letras y la almohada. 

Hay palabras que no se deben decir 

como te odio y rabia.

Hay cosas que quedan claras

como te fuiste.

Si yo no me acuerdo de una palabra, ¿esa palabra se fue?

¿Y de unos ojos? ¿Qué hago con ellos?

Pongo las letras en la palabra 

y se deletrea es-pe-ran-za

viro las letras

es-pe-ra

añado consonantes

dolor.

Las palabras, las letras en la almohada filtradas por lágrimas,

el aire seco de mis labios,

 y la tos de vómito,

vomito de palabras,

vómito de lágrimas.

Letras interminables,

mensajes y mensajes de texto,

letras y palabras que nunca me preparé a escuchar.

Una memoria tóxica y unas palabras tóxicas

sin ellas no hay sentimientos.

¿Dónde pinga puse la goma de borrar?