A veces pregunto por qué me siento 

como me siento. 

Por qué mi andar parece volverse más torcido 

con cada paso. 

Por qué el espejo refleja 

a una extraña. 

Por qué incluso mi respiración 

no es mía. 

A veces mis ojos miran a los pájaros, 

tan seguro del camino a través del cielo, 

tan firme en la formación del rebaño. 

¿Por qué me siento como me siento? 

les pregunto. 

Pero todo lo que escucho son sus dulces canciones— 

sus dulces canciones— 

y todavía me siento como me siento. 

A veces me encuentro con los jardines, 

con rosas y claveles y el 

delicado aroma de los pétalos secados al sol. 

¿Por qué me siento como me siento? 

le pido a las flores. 

Pero todo lo que huelo es la lluvia de ayer, 

y todavía me siento como me siento. 

A veces estoy sola. 

Cuando me siento conmigo misma

el consuelo me envuelve 

y mis pensamientos no son más 

que una nube en el horizonte. 

¿Por qué me siento como me siento? 

me pregunto. 

No obtengo respuesta. 

No hay nadie— nada— a quien mirar. 

Y a veces, en momentos como estos, 

ya no me pregunto por qué me siento 

como me siento.