Hace casi un año tuve el placer de conocer al Dr. Zeb Tortorici, quien además de ser un impresionante historiador es una persona admirable. Zeb dio una charla sobre archivos en la Nueva España colonial y las “obscenidades” o “pecados contra la naturaleza” que se encontraban allí registrados. Cuando entré a la charla, mis expectativas eran las de escuchar a un sofisticado pensador leer un ensayo preparado para el tema con palabras que ni Dios entiende. Sin embargo, lo que yo y todas las personas en la sala percibimos fue una conversación íntima y honesta sobre las realidades de los archivos y los fondos de un tema tan delicado como las “obscenidades” designadas por el imperio español. Lo que yo no sabía en aquel momento, y lo cual reconozco ahora que me acuerdo de la charla, es el gran impacto que dicha presentación causo en mí.

Antes de continuar hablando de las huellas positivas que Zeb dejó en mis estudios y en mi vida, debo hablar brevemente sobre mi trabajo como historiador en ciernes. Yo estudio, como Zeb, el mundo del Imperio Español durante el período “moderno temprano” es decir, desde el s. XV hasta el s. XIX. Como se pueden imaginar, esto implica una cantidad inconcebible de fuentes de estudio y temas en lo cuales uno se puede apoyar. Yo me enfoco más que nada en el s. XVI y los eventos justo después de la conquista del imperio Azteca usando un corpus de documentos conocidos como las Relaciones Geográficas del s. XVI. Durante el mes de abril, cuando el Dr. Zeb hizo la presentación, yo me empezaba a preparar para mi primera experiencia en los archivos coloniales españoles de Sevilla y Madrid. En ese momento no me podía imaginar lo que iba ser el salón de investigación y los miles de legajos en el Archivo General de Indias o el Archivo Histórico Nacional. Con sus narrativas sobre casos de la Inquisición relacionados con seres humanos que sufrían frustraciones sexuales probablemente causadas por las restricciones de la iglesia católica, Zeb logró humanizar y discernir los hechos categorizados como “pecados contra la naturaleza”.

Por esta razón, Zeb me ayudó a visualizar su tiempo y teorías sobre el archivo usando sus propias experiencias en la Universidad Nacional Autónoma de México y presentando posibles realidades sobre los casos de “obscenidades”. Por ejemplo, Zeb analizó cómo en el archivo de la UNAM, igual que en todos los archivos, hay documentos que han sido registrados de manera equivocada. En muchos casos es posible, lo cual infirió Zeb, que hayan sido catalogados mal con el propósito de prevenir su futuro descubrimiento. Además, Zeb nos llevó por casos en los que encontró notas de varios actores históricos –como autoridades coloniales, jueces, traductores nombrados por la corte, notarios, escribanos, archiveros e historiadores modernos—por las que se podían conocer pensamientos sobre los actos allí registrados.

Más allá de brindarme información sobre tanto las realidades de los archivos como de la paleografía española y de varios casos de inquisición, Zeb me ayudó a formarme un mejor historiador. El trabajo de los historiadores debe ser contar o relatar lo que pasó en el pasado de la manera más objetiva e informada posible usando todas las herramientas a su disposición: trabajos pasados relevantes y la experiencia física del archivo sin hacer juicios de valor de ningún tipo.